No
tuve otra alternativa que esperar pacientemente a que Trinity apareciese de nuevo. Me
debatía entre la sensación extraña de no diferenciar si estaba desarrollando
apegos hacia su compañía y sus conversaciones, o la verdadera necesidad de contarle
tantas cosas que me estaban pasando desde la última vez que la vi.
Mi
vida onírica, si es que deba llamarle así; había cobrado un realismo
impresionante. Lo escribía todo como ella me recomendó, cuando volvía a leer lo
escrito, parecían historias verídicas; por ello comencé a tener la sensación de
vivir en dos mundos; siendo el onírico tan real como este mismo. Quería
describirle todas aquellas escenas, recibir una mayor explicación, comprender…
La intención y disciplina de apuntar lo que soñaba, me había puesto en contacto
con una parte de mí misma que hasta ese momento desconocía, o no era consciente
de ello.
Pasaron
casi tres meses hasta que Trinity apareció otra vez…
―
Estoy en Cuenca, «me dijo» ¿Te
vienes?
Hace
unos meses no habría hecho aquel esfuerzo por conversar con alguna amiga, así
sin más, «Estoy en Cuenca, vente a verme si quieres». Qué fácil, sal de tu
comodidad y vente de Madrid a Cuenca a conversar un rato conmigo.
―
¿Cuenca? ¿Pero por qué allí?
―
Porque aquí estoy ahora mismo.
Así
que yo, esta persona que se auto designa como solitaria y muy autónoma
interiormente; se fue a Cuenca a conversar con Trinity.
Al
encontrarme con Trinity me dijo, como si hubiese estado escuchando mis
pensamientos: «Cuando te das cuenta de que algo ha sido parte de ti, aún sin
ser muy consciente de como, cuando, ni porque; y percibes un pequeño roce de
eso que parece parte de ti, pero que no comprendes como dejó de serlo; lo suyo
es que te ejercites cada vez más en encontrarle, hagas uso de tu voluntad, te impliques
en la acción. Así serás más consciente de qué o quién es ese, esa o aquello.
Hasta que te des cuenta de que eso eres tú y ya no tengas que buscarle más, ni
esperar a que venga a ti».
―No
entiendo lo que me dices, pero ya cuento con que muchas veces no te entenderé. ¿Dónde estabas? «Le dije».
―Ya
me doy cuenta de que lo que acabo de decirte no ha tenido ninguna resonancia en
ti, pero también contaba con ello… A ver, a ver… Espero que esas lindas
orejitas que exponen esos relucientes pendientes, puedan escucharme de verdad
alguna vez.
―Si
no fuese porque sé que eres bastante rarita, posiblemente me enfadaría por lo
que acabas de decirme, pero elijo reír, la verdad me hace gracia.
Trinity
me contó lo que había estado haciendo todos estos meses… Tomé una decisión muy
importante y radical. «Me dijo, y comenzó a relatarme».
Llevo
años en un progresivo y permanente desarrollo humano y de consciencia,
accediendo a una gran cantidad de información que me permitía entender mi vida
y la de otros, ampliando más y más mi nivel cognitivo de la existencia humana,
y también espiritual; teniendo paciencia en sumar valentía para hacer lo que
acabo de hacer.
Ella
siguió su narración, yo tenía la sensación de contemplarla por una especie de
túnel o espejismo del futuro, la percepción de que hablaba como si yo no
estuviese allí, sino también en otro plano del tiempo distinto al de ella. Yo
no quería ni respirar, de hecho sentí como si no lo hiciese, con una atención
sosegada, relajada, pero alegre, feliz por estar escuchando el relato de su
nueva realidad.
Allí
estábamos Trinity y yo en la Ciudad Encantada de Cuenca que dicen se formó
en el periodo Cretácico, es decir, hace unos 90 millones de años; sentadas
debajo de una enorme y hermosa piedra.
He
comenzado una nueva vida. «Me dijo, y prosiguió contando». He concluido con un
programa de vida que ya no me pertenecía, pues el mismo era consecuencia de elecciones del pasado;
elecciones tomadas desde la inconciencia o desde mi personalidad autómata. Miré
mi pasado y contemplé que la persona que tomó todas aquellas decisiones que
construyeron la base a la vida que estaba llevando; ya no era yo.
Cuando
tuve la certeza de como había sido conducida mi vida, y del porqué era
insistente la sensación de estar viviendo
una vida desacertada en muchos aspectos, llena de incoherencias y de
falsedades; me dispuse a hacer uso de todas las herramientas aprendidas para
salir de todo aquello que me retenía, y me estaba impidiendo seguir avanzando
como ser humano.
He
puesto fin a todo, y ahora estoy viviendo en otra parte del mundo.
―
¿Dónde? ¿Te has ido de España?
―
Sí, «contestó y prosiguió relatando».
―Vivo
en un sitio maravilloso, cerca del mar, con un clima de primavera perpetua.
Tengo una vida sencilla y solvente. En una ciudad muy cercana viven un grupo
de mi familia bilógica, a quienes amo entrañablemente, y puedo verles con
frecuencia, ellos son parte de mi corazón.
Allí
donde vivo ahora, comparto mi amistad con un grupo de personas con quienes
tengo gran resonancia y sincronía cognitiva y espiritual; somos muy cercanos,
nos apoyamos mutuamente como una familia.
Allí
trabajo en lo que amo hacer; aquello que fue mi primer brote vocacional cuando
apenas era una niña. Esto es sólo un final y un inicio, hay mucho camino por
recorrer, pero estoy siendo muy feliz en ese sitio. Me siento en paz con esta
decisión, pues lo he hecho desde la certeza de que ya era el momento de dar ese
paso.
Sé
que te estas preguntando muchas cosas relacionadas a la realidad que decidí
dejar atrás; pero no las pronuncies; pues te digo, que en ese presente que
ahora vivo no hay culpas por nada ni por
nadie. «Parecía de nuevo estarme leyendo los pensamientos, pues yo estaba
teniendo un revulsivo de como me sentiría yo si hiciese lo mismo».
Tranquilízate, «insistió» no hay culpas por nada y me siento feliz, armónica y
liberada allí donde ahora estoy.
Yo
estaba viviendo en un estado de bienestar que colmaba mis sentidos pero no mi
corazón. Estas dos condiciones de vida no han de confundirse; pues tener no es
lo mismo que Ser. «Ella notó que yo estaba a punto de llorar, y no pude evitar
hacerlo».
―Yo
anhelo llegar allí, a ese punto donde tú estás, ¿Pero cómo? «Por fin pude
hablar casi en un susurro».
―Estoy
aquí para ayudarte Unar, pero tienes que aprender a escuchar de verdad,
dejar de estar tan desenfocada y dispersa. ¿Quieres aprender las herramientas
que yo he utilizado?
―Sí,
quiero. «Contesté».
―Pues
bien, yo sólo las pondré a tu alcance, pero el trabajo de aplicarlas es tuyo.
―Me
gustaría contarte algunos de los sueños que he tenido, recuerdas que me
sugeriste apuntarlos…
―Vale,
pero busquemos primero un lugar para comer.
Salimos
de debajo de aquella piedra que había estado tantísimos años sepultada, siendo
parte de la tierra misma, pero ahora tan visible para todos.
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